jueves, 24 de enero de 2019

Tres análisis en complementaridad sobre África. Para hallar sus vínculos y relaciones.

Mbuyi Kabunda: “Lo que ha fracasado en África no es la cooperación sino la occidentalización”

Guin Guin Bali

Alegre, cercano y directo. Mbuyi Kabunda transmite una mezcla de sabiduría amable cuando imparte sus conocimientos sobre África, su continente, a personas que desconocen las realidades del mismo. Su altura, cerca de dos metros, y su intensa mirada detrás de unas grandes gafas con patillas doradas no imponen apenas cuando se aproxima a preguntar a su atento público, a modo de profesor en el colegio, datos y fechas que bailan a buen ritmo en su discurso.
Hablar de la realidad africana es complicado si tenemos en cuenta que la forman 54 países, todos ellos muy diversos entre sí y divididos en dos zonas geográficas totalmente distintas e incomunicadas por el desierto del Sáhara: el África del Norte o Árabe y el África Subsahariana o Negra. Es por ello que Kabunda se indigna, a través de sonrisas, cuando le proponen desgranar y acercar su continente en apenas unas horas en las charlas y coloquios que ofrece por el mundo.
Natural de República Democrática del Congo (RDC), es politólogo e internacionalista y especializado en los problemas de integración regional, desarrollo y conflictos de África. En sus numerosas charlas, ponencias y clases en las muchas Universidades en las que trabaja y colabora, apuesta por un discurso afro-realista persiguiendo una visión más o menos objetiva de las realidades africanas, frente a ideas afro-pesimistas ligadas a culpabilizar a los y las africanas de toda su pobreza, hambruna, enfermedades y conflictos armados. Esta pensamiento negativo se debe al “gran desconocimiento” acerca del continente negro "extendido por todas partes", explica, por lo que anima a que nos adentremos en él para ir eliminando las ideas del discurso primermundista, ligadas a siglos pasados.
LA COOPERACIÓN EN ÁFRICA
El profesor congoleño es pesimista cuando se le pregunta por la cooperación al desarrollo en África. Asegura que se han conseguido muy pocos resultados significantes en relación a los fondos y las energías recibidas y argumenta que, a pesar de ser el continente que más ayuda ha obtenido es el que más subdesarrollado está, por lo que “algo falla”, se lamenta. Lo relaciona tanto a los propios donantes, que se han dedicado más a realizar operaciones comerciales, económicas y geoestratégicas, como a los beneficiarios que, además de no tener capacidades institucionales para un correcto ejercicio de la ayuda, “han invertido las donaciones a otras cosas distintas al desarrollo como la corrupción”. En este sentido, Kabunda asegura que desde 1960 hasta la actualidad se han desviado unos 300.000 millones de dólares de cooperación al desarrollo en África para la corrupción, lo que representa cinco o seis veces su monto.
Aún así, considera que el problema africano no ha venido ligado a la cooperación sino a la occidentalización, y una de las primeras ideas que encaja aquí es la consolidación de los Estados como estructura institucional instaurados en África después, sobre todo, de la Guerra Fría. Estos se consideraron como único modelo de desarrollo por parte de los países soviéticos y europeos “trayendo el mal al continente”, por lo que propone una desestructuración y una reestructuración a través de la africanización del Estado donde se mezclen las tradiciones, aniquiladas durante la colonización, y la modernidad.
En cuanto a la ayuda externa y para evitar seguir fracasando, el profesor habla de realizar una ayuda reducida pero de calidad concentrándola en la lucha contra la pobreza y en trabajar con los africanos y no para los africanos, “como se ha hecho hasta ahora”. Cree que tanto la cooperación oficial centralizada como la descentralizada, a través de las ONGDs, se encuentra en un callejón sin salida ya que éstas, se lamenta, “han sido meros instrumentos de la política exterior y comercial de los países del Norte”. Su crítica va dirigida también a la visión occidental que ofrece y a que tanto su estructura, objetivos y fines son etnocentristas, sin dejar espacio a otras formas de trabajar posibles en el mundo. El mismo Índice de Desarrollo Humano (IDH) estudia criterios del Norte, así como los órganos que forman parte del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) que persiguen un desarrollo económico, principalmente, ligado siempre a los intereses particulares de los países más ricos.
A pesar de resistirse a ver la cooperación internacional como algo positivo para los pueblos del Sur, por la mirada occidental que presenta y demuestra, reitera, sí cree que se hayan hecho importantes avances en el continente africano aunque “queda mucho por hacer”. Señala la idea de una cooperación entre países africanos y una cooperación Sur-Sur, hecha y ejecutada según las características y necesidades de cada territorio sin intermediarios ligados a intereses particulares y concretos. “Tenemos que tener esperanzas en otras relaciones posibles porque ningún país en el mundo se ha desarrollado con la cooperación”, explica. Kabunda estima que ésta es "paliativa" cuando debería servir para fortalecer las capacidades internas institucionales de los países y no utilizarla como un objetivo en sí mismo que genera dependencia y rompe con el dinamismo interno de África.
Pero además de una cooperación entre los estados del Sur es tiempo de pensar en otro tipo de relaciones Norte-Sur (y Sur-Norte) a partes iguales que persigan verdaderamente una justicia social y que con ellas se reparta democracia. En un momento donde la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) del Estado Español se ha reducido en más de un 70% entre 2011 y 2012 (lo que ha supuesto el recorte más importante realizado en la historia de la cooperación de este país), es fundamental pensar en las consecuencias de estos ejercicios para millones de mujeres y hombres desprotegidos ante la falta de políticas sociales coherentes y analizar qué modelos y acciones hay que crear para conseguir resultados positivos en todo el mundo.

En España los primeros recortes a la ayuda externa tuvieron lugar en el año 2010, incumpliendo así con los objetivos planteados en el III Plan Director 2009-2012, y provocando un desajuste para alcanzar el 0,7% del PIB para el desarrollo. Pero para algunos y algunas son estos periodos de crisis los que más esperanzan aguardan para optar por oportunidades de transformación y cambios de paradigma en el orden mundial, reflexiones en las que instituciones, universidades, centros de estudios y ONGD españolas ya están trabajando.
ELEMENTOS AFRICANOS COMO ÍNDICES DE DESARROLLO
Mbuyi Kabunda también es optimista en cuanto al futuro de África, aunque apuesta por la necesidad de cambio estructurales internos y externos en todo el sistema vinculado a la ayuda externa. El 80% de su población tiene menos de 20 años y el 33% de los recursos naturales del mundo están en el continente olvidado, dos aspectos primordiales para reconsiderar el próspero camino que le espera por delante. Pero para conseguir buenos resultados de todo esto explica que es necesario educación y formación para esa joven ciudadanía y políticas de autoconsumo para la explotación de los recursos naturales a través de usos locales y comunitarios, al puro estilo de las tradiciones africanas y obviando la propiedad privada. “Es así como se permitiría a África un nuevo desarrollo”, afirma con serenidad.
Por otro lado, considera como alternativa viable acabar con el Estado centralizado "de tipo napoleónico" e implantar un afro federalismo, ya que asegura que “el Estado desarrollista ha sido un fracaso”. Apuesta también por el autodesarrollo de cada uno de los pueblos africanos, teniendo en cuenta sus valores y lenguas, que son propias y únicas, así como dar más prioridad a la agricultura por considerarse aún hoy una de las más importantes fuentes económicas de la comunidad africana. Eso sí, otorgando primacía a los cultivos que se consumen en el territorio africano y evitando aquellos que sólo se producen para la exportación hacia otros países del mundo, explica como de memoria cuando se le pregunta por las soluciones a los problemas en África como si los tuviera más que asimilados.
Defensor absoluto de la multitud de peculiaridades históricas, culturales, lingüísticas y de valores que conviven en África, Kabunda no olvida las esperanzas y cambios futuros que se avistan en el mundo con respecto al continente negro. Considera de vital importancia tener cada vez más presentes los aspectos sociales, ecológicos y humanos para contabilizar los avances de los países, en contraposición al sagrado capital. Por ello, cree con firmeza que ha llegado la hora de introducir elementos africanos para computar el desarrollo, tales como el derecho a la fiesta, a vivir alegremente o la primacía de lo social frente a lo económico. “Si estos aspectos se tuviesen en cuenta África dejaría de ocupar los últimos rankings mundiales en cuanto a desarrollo y pasaría a tomar los primeros puestos”.
Y así, convencido y convenciendo de que pronto llegarán transformaciones en el orden del mundo, avisa con una sonrisa de esperanza que en ese momento “habrá sorpresas” en su África natal.

Mbuyi Kabunda es doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid, profesor del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo y profesor de Relaciones Internacionales y Estudios Africanos del Máster de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Es Director de la revista África América Latina Cuadernos de SODEPAZ y Director del Observatorio de Estudios sobre la Realidad Social Africana de la UAM. También es autor de un centenar de publicaciones en revistas especializadas y de divulgación sobre África.

Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=2&id=3297 


África: el ascenso del imperialismo de las fronteras

El Salto

Más de un siglo después del originario reparto de África, los líderes europeos están imponiendo hoy nuevas formas de colonialismo en el continente, en forma de controles fronterizos militarizados
Ilustración: Zoran Svilar 
 
En 1891, el economista francés Paul Leroy Beaulieu defendió ferozmente el colonialismo europeo en África, diciendo: “Este estado del mundo implica para la gente civilizada un derecho de intervención… en los asuntos de [tribus bárbaras o salvajes]”.

La defensa de Beaulieu llegó en medio de la división europea de África, cimentada en el acuerdo de Berlín de 1885. Como ahora hace cinco décadas desde que la mayoría de los movimientos de liberación africanos ganaron la independencia, puede por lo tanto resultar sorprendente leer a un embajador europeo declarar en mayo de 2018 que “Níger es ahora la frontera sur de Europa”. 3.200 kilómetros al este, los comentarios del embajador recibieron el eco de un agente de la patrulla fronteriza, el teniente Salih Omar, entrevistado por el New York Times, que se refirió a la frontera Sudán-Eritrea como “la frontera sur de Europa”.

Desde hace mucho tiempo ha habido un argumento, articulado principalmente por el luchador por la libertad ghanés Kwame Nkrumah, de que el control europeo del destino de África nunca terminó con el colonialismo.

Estos contundentes argumentos principalmente se centraban en la forma en que la deuda, el comercio y la ayuda se han usado para estructura la continuada dependencia respecto a Europa de los nuevos estados independientes de África. El consenso, sin embargo, entre un embajador europeo y un guardia de la patrulla fronteriza sudanés de que la frontera europea no está en el Mediterráneo sino tan lejos como en Sudán y Níger, sugiere que el control territorial europeo de África tampoco ha acabado realmente.

CONTROL DE LA MIGRACIÓN EN EL CORAZÓN DE LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA UE

El motivo para esta renovada participación europea en el territorio africano —y no sólo el dominio político y económico— se ha debido en gran parte a un factor: un deseo de controlar la migración. El aumento en el número de refugiados huyendo hacia Europa, en particular tras la guerra civil siria, impulsó a la migración en la agenda política, liberando significativos recursos para el control de fronteras. La Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, Frontex, ha visto un increíble aumento del 5.233% en su financiación desde 2005 (de seis millones de euros a 320 en 2018). Las fronteras se han militarizado en Europa del Este y se han desplegado guardias fronterizos por toda Europa, desde Calais a Lesvos.

Estos acuerdos requieren que las naciones firmantes acepten migrantes deportados desde Europa, aumenten los controles fronterizos y el personal en las fronteras y nuevos sistemas para vigilar a los migrantes

Menos conocido es que esto también ha llevado a la UE a poner el control migratorio en el corazón de sus políticas internacionales y sus relaciones con terceros países, insistiendo en acuerdos de control de fronteras con más de 35 naciones vecinas para controlar la migración, calificadas por la jerga de la Comisión como “externalización de fronteras”. Estos acuerdos requieren que las naciones firmantes acepten migrantes deportados desde Europa, aumenten los controles fronterizos y el personal en las fronteras, introduzcan nuevos sistemas de pasaporte e identificación biométricos para vigilar a los migrantes, así como que construyan campos de detención para detener refugiados.

La justificación que da la UE es que esto impedirá las muertes de los refugiados, pero un motivo más probable es que quiere asegurarse de que se para a los refugiados mucho antes de que lleguen a las orillas europeas. Esto satisface tanto a los hostiles políticos racistas en Europa como a aquellos políticos aparentemente más progresistas que no quieren enfrentarse al fomentado sentimiento contra los inmigrantes, que quieren aplicar a la crisis el ‘ojos que no ven, corazón que no siente’. Alemania, por ejemplo, con un récord relativamente progresista de acoger refugiados (al menos en el verano de 2015), es también una de las principales financiadoras de la externalización de fronteras, firmando alegremente acuerdos con dictadores como Sisi en Egipto para impedir que los refugiados se dirijan a Europa.

Las pruebas sugieren que estos acuerdos pueden haber servido para el propósito último de la UE de reducir las cantidades que entran en Europa, pero ciertamente no han aumentado la protección y seguridad de los refugiados. La mayoría de estudios muestran que han forzado a los refugiados a buscar rutas más peligrosas y confiar en traficantes con menos escrúpulos todavía. La proporción de muertes registradas respecto a las llegadas en las rutas mediterráneas hacia Europa en 2017 era cinco veces más alta que en 2015. Muchas más muertes en el mar y en desiertos de África del Norte nunca se registran.

Como revela un nuevo informe del Instituto Transnacional y Stop Wapenhandel, la Unión Europea también ha pasado a apoyar regímenes autoritarios —y aún peor, proveer equipamiento y financiación a policía y fuerzas de seguridad represivas—, a la vez que se desvían recursos necesarios para inversiones en sanidad, educación y empleo.

TRATOS SUCIOS CON DICTADORES

Níger, un importante país de tránsito para los refugiados, se ha convertido en el mayor receptor mundial per cápita de ayuda de la UE. En parte esto se debe a que es uno de los países más pobres del mundo, pero también se le da prioridad porque es una vía para muchos refugiados con dirección a Europa. No parece haber límites para los recursos disponibles para la infraestructura fronteriza, pero el Programa Mundial de Alimentos, que mantiene a casi una décima parte de la población de Níger, sólo ha recibido el 34% de la financiación que necesita para 2018. Mientras tanto, bajo presión europea, el reforzamiento de la seguridad fronteriza ha destruido la economía basada en la migración en la región de Agadez, amenazando la frágil estabilidad interna en el país.

La dependencia de la UE de la cooperación con el Gobierno nigerino también ha envalentonado a los líderes autocráticos del país. Una protesta de nigerinos contra el aumento en los precios de la comida en marzo de 2018, por ejemplo, llevó al arresto de sus principales organizadores. Los refugiados que viajan a través de Níger informan del aumento en los ataques contra los derechos humanos y están obligados a tomar riesgos mayores para migrar. En un horripilante caso en junio de 2016, los cadáveres de 34 refugiados, incluidos 20 niños, fueron encontrados en el desierto del Sáhara, aparentemente abandonados por traficantes a la muerte por sed.

La participación de Europa en Sudán y Níger es una forma de imperialismo porque incluyen desplazamiento, criminalización, jerarquías racializadas y la explotación de personas

De igual manera, en Sudán, la Unión Europea afirma que mantiene sanciones internacionales sobre el notorio régimen de Al-Bashir por sus crímenes de guerra y represión, pero no ha titubeado al firmar acuerdos de control de fronteras con agencias gubernamentales sudanesas. Esto ha incluido entrenamiento y equipamiento para policías de fronteras, aunque las fronteras de Sudán están patrulladas principalmente por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), que están formadas de ex milicianos janjaweed usados para combatir la disidencia interna bajo el mando operativo de Inteligencia Nacional y Servicios de Seguridad (NISS) de Sudán. Human Rights Watch ha “descubierto que las RSF cometieron toda una serie de horribles abusos, incluyendo (…) tortura, ejecuciones extrajudiciales y violaciones en masa”. La agencia gubernamental alemana GIZ dice que es consciente de los riesgos de la cooperación, pero no obstante la considera “necesaria” para incluirles en medidas de desarrollo de la capacidad.

La participación de Europa en Sudán y Níger subraya el argumento de la autora y activista Harsha Walia, en su libro Deshacer el imperialismo de las fronteras, de que las medidas de control fronterizo son una forma de imperialismo porque incluyen desplazamiento, criminalización, jerarquías racializadas y la explotación de personas. Es destacable en términos de ecos históricos para el imperialismo de las fronteras de la UE que mientras que el Reparto de África fue en gran medida defendido por sus apologistas coloniales por su potencial para civilizar a los “bárbaros” en las puertas de Europa, el enfoque esta vez parece ser sólo respecto a mantener a los “bárbaros” fuera de las puertas de Europa.

En paralelos históricos incluso más inquietantes, es chocante mencionar que mientras que el Acuerdo de Berlín de 1885 estipulaba que África “no puede servir como un mercado o medio de tránsito para el comercio de esclavos, de la raza que sean”, la colaboración de la UE con la milicia libia ha llevado en realidad a un renacimiento del comercio de esclavos, con refugiados vendidos como esclavos como mostró la CNN a finales de 2017.

FRONTERAS ES IGUAL A VIOLENCIA

En última instancia no deberíamos sorprendernos. Como ha señalado la periodista Dawn Paley, “lejos de impedir la violencia, la frontera es de hecho el motivo por la que ésta ocurre”. Las fronteras son muros que buscan bloquear una flagrante desigualdad entre África y Europa, construida durante el colonialismo y perpetuada por las actuales políticas económicas y políticas europeas. En última instancia esta violencia se siente en el cuerpo, con la frontera dejando sus cicatrices en la carne de la gente. Se siente en la piel rasgada de aquellos que a diario intentan cruzar las vallas fortificadas de Ceuta y Melilla en Marruecos. Se siente en los cuerpos de mujeres violadas y agredidas sexualmente por traficantes y guardias fronterizos. Está ahí, en los muchos esqueletos sin descubrir en los desiertos norteafricanos y el Mar Mediterráneo.

Este imperialismo de las fronteras no es un fenómeno exclusivamente europeo. Se puede encontrar en el Programa Frontera Sur en México, comenzado en 2014 bajo presión de los Estados Unidos, para reforzar la seguridad en su frontera con Guatemala. Como sus equivalentes europeos, también ha dado lugar a más represión y violencia contra los refugiados, mayor reclusión y deportaciones, y a que los refugiados sean forzados a tomar rutas migratorias más peligrosas y a caer en las manos de redes de tráfico criminales.

Quizás el ejemplo de externalización de fronteras mejor conocido sean los centros de detención deslocalizados de Australia en las islas de Nauru y, hasta que fue ilegalizado el año pasado, en Manus (Papúa Nueva Guinea). Todos los migrantes que intentan ir a Australia por mar son transportados a estos centros, que son gestionados por contratistas privados, y mantenidos en ellos durante largos períodos. Si se concede estatus de asilo a los refugiados detenidos, son reasentados en terceros países. Esta política va acompañada de la “Operación Fronteras Soberanas”, una operación marítima militar para forzar a volver, o remolcar, de vuelta a aguas internacionales a los barcos de refugiados.

Ha Habido muchos casos de violaciones de los derechos humanos en los centros de detención deslocalizados de Australia. Pero muchos líderes europeos han adoptado el modelo australiano, defendiendo cada vez más que la UE ponga a los refugiados en “campamentos de tramitación” en países norteafricanos, desarrollando la política actual de convertir a los vecinos de Europa en sus nuevos guardias fronterizos. Europa adopta de manera entusiasta el enfoque australiano de construir campamentos en lugares remotos, lo que, como apunta el abogado de derechos humanos Daniel Webb, sirve “para esconder de la vista lo que no quieren que el público vea –crueldad deliberada contra seres humanos inocentes”.

GANADORES EMPRESARIALES

Mientras que las similitudes entre estos ejemplos de externalización de fronteras son innegables, sólo en Europa conectan las políticas con viejas relaciones coloniales. En el lanzamiento del Marco de Asociación en materia de Migración, el marco general para la cooperación sobre migración con terceros países, en junio de 2016, la Comisión Europea señaló que “las relaciones especiales que los estados miembros puedan tener con terceros países, reflejando lazos políticos, históricos y culturales fomentados a través de décadas de contactos, también deberían explotarse al máximo para beneficio de la UE”. También alababa de manera inequívoca la oportunidad que el acuerdo ofrecía para los negocios europeos, defendiendo que “los inversores privados en busca de nuevas oportunidades de inversión en mercados emergentes” deben jugar un papel mucho mayor en vez de “los modelos de cooperación al desarrollo tradicionales”.

Esto dirige nuestra atención hacia los intereses privados que se benefician de estas políticas de externalización de fronteras: las industrias militares y de seguridad que proveen el equipamiento y los servicios para implementar la seguridad y el control fronterizos reforzados y militarizados en terceros países. Un sinfín de empresas han prosperado en este mercado en expansión, pero destacan entre ellas gigantes armamentísticos europeos como Airbus (paneuropea), Thales (Francia) y Leonardo (Italia –anteriormente llamada Finmeccanica).

No son sólo beneficiados casuales de las políticas de la UE; también son las fuerzas motrices tras ellas. Han establecido el discurso general —formulando la migración como una amenaza a la seguridad, a ser combatida por medios militares— y han realizado propuestas concretas, como la creación del “sistema de sistemas” de vigilancia de la UE EUROSUR y la expansión de Frontex, las cuales se han convertido en políticas oficiales de la UE y nuevas instituciones mediante un exitoso trabajo de lobby.

Así, estas empresas pueden cosechar las recompensas mediante la promoción de sus propios servicios y productos, ayudadas por su constante interacción con responsables políticos de la UE. Esto abarca reuniones regulares con cargos de la Comisión Europea y Frontex, participación en órganos asesores oficiales, publicación de influyentes documentos de asesoría, participación en ferias y conferencias de seguridad, etc. Mientras que el enfoque principal ha estado en militarizar las fronteras externas de la UE, las empresas cada vez más dirigen su mirada al mercado africano de seguridad fronteriza. De aquí que también estén presionando por financiación de la UE para compras de seguridad fronteriza de terceros países.

Esta estrategia ha dado generosos frutos. Reforzar la competitividad global de la industria militar y de seguridad europea se ha convertido en un objetivo declarado de la UE. Los planes de la comisión para el próximo Marco Financiero Multianual (MFF), el presupuesto de la UE para 2021-2027, proponen casi triplicar el gasto en control migratorio. Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, los estados miembros de la UE y terceros países recibirán más dinero para gastar en el refuerzo de la seguridad de fronteras, incluyendo la compra de equipamientos y servicios militares y de seguridad.

HACER VISIBLE LA RESISTENCIA

Mientras que situaciones horribles específicas, como los mercados de esclavos migrantes en Libia o un incidente de ahogamiento concreto en el Mediterráneo, a veces causan indignación y oposición, es difícil ver un cambio en el énfasis europeo general en “reducir los números” de gente que quiere hacer la travesía. Esto es un reto incluso mayor cuando la militarización de fronteras de la UE está deslocalizado en países lejanos de Europa y, por lo tanto, se vuelve en gran medida invisible.

Hay que combatir las políticas de la UE en varios niveles, tanto dentro de la UE como en terceros países. Esto significa que no sólo tenemos que actuar contra las manifestaciones más obvias de estas políticas —en términos de control de fronteras y la detención y deportaciones de refugiados— sino también contra los intereses privados detrás de estas políticas. Tenemos que desenmascarar las fuerzas comerciales e industriales que actualmente se están lucrando con el imperialismo de las fronteras europeo, así como a los medios de comunicación y partidos políticos que han manipulado a la opinión pública señalando a los refugiados como cabezas de turco de las consecuencias de las políticas de austeridad.
 Enfrentarse al colonialismo de fronteras requiere abordar la responsabilidad occidental, eliminando los motivos por los que la gente es obligada en primer lugar a huir

De manera más sistemática, enfrentarse al colonialismo de fronteras requiere abordar la responsabilidad occidental en general, eliminando los motivos por los que la gente es obligada en primer lugar a huir, y resistiendo a esas políticas y a los actores en los países occidentales que las están causando: el apoyo de la UE a dirigentes autoritarios, las empresas que causan el cambio climático, las relaciones comerciales injustas, la impunidad corporativa, las temerarias intervenciones militares y el comercio de armas. Y significa la verdadera decolonización, terminar el continuo control europeo sobre sus antiguas colonias, y trabajar en dirección a un cambio fundamental en el orden internacional. Esto se volverá incluso más importante en el contexto del empeoramiento del cambio climático, cuando la migración, aunque sea principalmente interna, será una forma de adaptación necesaria.

También requerirá mayor solidaridad y cooperación con movimientos y organizaciones de los terceros países afectados, en formas horizontales de colaboración. Esto podría incluir el apoyo a movimientos dirigidos por migrantes que surjan en muchos países, a comunidades que alberguen grandes números de refugiados (que hayan quedado varados), los esfuerzos humanitarios directos tales como las misiones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo, así como a las organizaciones que defiendan los derechos humanos para los migrantes. Pero también podría incluir grupos y movimientos en lucha por la democratización, contra regímenes autoritarios, contra industrias extractivas, y a aquellos que busquen el sustento para todos, contra la violencia y la dominación occidental.

Deshacer el legado de la violencia colonialista no será fácil. Mientras que la Unión Europea está dividida en muchos asuntos, el consenso sobre la seguridad en las fronteras es fuerte. El gran pensador decolonial Frantz Fanon se dio cuenta de cómo el colonialismo no sólo el territorio y el cuerpo sino también la mente. Como escribió en Piel negra, máscaras blancas:

“Para terminar con esta situación neurótica, en la que estoy obligado a elegir una solución insana y conflictiva, alimentada con fantasías, hostil, inhumana en resumen, sólo tengo una solución: levantarme por encima de este drama absurdo que otros han organizado a mi alrededor, rechazar los dos términos que son igualmente inaceptables, y a través de un ser humano, alcanzar lo universal”.

Es un anhelo por una humanidad universal reflejado en slogans que “ningún ser humano es ilegal”, la única verdadera base para el fin de la violencia del imperialismo de las fronteras.

LOS AUTORES  

Nick Buxton es coeditor de The Secure and the Dispossessed: How the Military and Corporations are Shaping a Climate-Changed World (Pluto Press, 2015) y coordinador del trabajo del Instituto Transnacional con académicos-activistas (www.climatesecurityagenda.org). 
 Mark Akkerman es investigador en Stop Wapenhandel (Campaña Holandesa Contra el Comercio de Armas). Ha escrito y realizado campañas sobre temas como las exportaciones de armas a Oriente Medio, los ejércitos privados y el sector de la seguridad, el blanqueamiento ecológico del comercio de armas y la militarización de la seguridad fronteriza. 
El artículo original fue publicado en Roar Magazine
Traducción Eduardo Pérez.



Marta Viana entrevista al profesor de Relaciones Internacionales Mbuyi Kabunda

Mbuyi Kabunda: “La cultura africana es la totalidad, que incluye tanto los aspectos materiales como los inmateriales que se deben empezar a tener en cuenta”


¿Qué significa Sahel?

Sahel significa costa. Le llaman así, sahil, en árabe, la costa del desierto. La franja que va desde Senegal, Mauritania, Marruecos hasta el Cuerno de África.

Hoy es la base de operaciones de muchos conflictos de África.

El Sahel ahora es prácticamente el refugio de todas las tensiones, los conflictos y las frustraciones de los movimientos rebeldes. Los tuareg, el MNLA (MovimientoNacional para la Liberacióndel Azawad), el MUJAO (Movimiento para la Unicidad de la Yihad del África Occidental), Ansar Dine… Todos han encontrado la retaguardia y el lugar perfecto para la movilidad de sus guerrilleros y para golpear contra los estados de la zona como Malí, Níger o Burkina Faso.

Se habla de un Sahel dividido. Por culturas, religiones y estados.

El Sahel es el punto de contacto entre dos culturas, dos realidades bastante diferentes. La vida en el Sahel se divide entre los agricultores sedentarios del sur y los  ganaderos nómadas del Norte, como los peul, los tuareg, los songhais o los tubus del norte de Chad. Son dos civilizaciones totalmente diferentes y por lo tanto da lugar a puntos de choque. Los estados de la zona tienen tres características compartidas. En primer lugar son estados muy débiles y frágiles, por la proliferación de los conflictos armados desde hace décadas. Son estados con amplios territorios que los gobiernos centrales no controlan, ni la circulación de personas ni de bienes. Y además, son zonas con importantes recursos naturales que son explotados y que sirven a las actividades ilícitas. Al mismo tiempo, el Sahel tiene una población mezclada, mestiza y muy islamizada.

¿Se hace una lectura política del islam?

Solo del islam radical, del islam manipulado y instrumentalizado. El que utiliza la política para conseguir sus objetivos e imponer el régimen musulmán. Pero este no es el verdadero islam. El real, el auténtico, es tolerante. El islam es una religión de paz.

¿Y qué dice su discurso más radical?

Que hay que convertir a los del sur al verdadero islam, que son los salafistas. El islam de los del sur es sufí, con mezcla de los valores africanos, el islam negro al fin y al cabo, el tolerante. Mientras que el islam de Al-Qaida del Magreb Islámico, del MUJAO –de ahí el conflicto que tuvieron con el MNLA– fue precisamente por eso, porque eran radicales. Después de echar al ejército de Malí del norte empezaron a dirigirse contra el MNLA, porque tenían un fondo de  laicismo. Ellos –los radicales– no admiten la figura del estado. Dicen que se debería crear, como Al-Shabab en Somalia y en otros países, un Califato Islámico.

¿Francia intervino en 2013 en Malí para estabilizar la situación. ¿Las intervenciones extranjeras han ayudado a mantener la paz en la región?

Las intervenciones militares han sido fundamentalmente las de la comunidad internacional. Pero es Francia la que ha liderado todos los procesos como antigua potencia colonial. O como diría mi amiga Aminata Traoré, fue Francia quien históricamente creó todos esos problemas.
A través de las instituciones financieras internacionales creó e impuso, por ejemplo en Malí, los programas de ajuste estructural, que antes habían destruido completamente el estado de bienestar y que eran el caldo de cultivo de las frustraciones. Por eso Francia intervino, siempre para no ser acusado de neocolonialista, intervino sobre la base de la resolución 20/85, cuyo objetivo era asegurar la integridad territorial de Malí, que en ese punto había sido violada. De no intervenir Francia, los musulmanes supuestamente verdaderos y auténticos iban a acabar con los musulmanes moderados. Se iba a producir un genocidio con carácter religioso a la manera de Ruanda. Pero Francia no actuó sola. Francia buscó el respaldo de MINUSMA de Naciones Unidas y de la Unión Africana a través de la Operación Serval.

Hablemos de los nuevos señores de la guerra.

En África ya hace más de 30 años que existen los señores de la guerra. Pero creo que el fenómeno de los señores de la guerra hay que vincularlo con la economía neoliberal. Son puro producto. Después de la Guerra Fría se redujo la ayuda externa, la gente y los gobiernos desaparecieron. Todo lo que hicieron fue convertir la guerra en un negocio, al puro estilo neoliberal. En el modelo liberal la filosofía es que todo se puede vender y todo se puede comprar. La guerra se ha convertido en una fuente de enriquecimiento. Es más barato comprar una pistola que un kilo de arroz. Compras en el mercado de Bukavu, de Goma, de Kigali hasta hace poco y compras directamente la pistola o la kalashnikov.

¿Qué papel juega China?

Sobre China hay que hacer un análisis equilibrado. China y África son dos socios que se necesitan y que se complementan. Uno tiene muchos capitales, muchísimos. Con Seul, China está en una guerra económica sin piedad y sin principios. El más fuerte y el más rápido es quien se lo lleva todo. Y China es eso. El capitalismo salvaje que ha llevado a cabo en su zona es brutal. Pero China necesita las materias africanas para esa guerra económica y África a su vez necesita capitales para su desarrollo e infraestructuras. Los dos tienen intereses, hacen intercambios y esto molesta. Pero yo no veo ninguna razón.

Occidente. ¿Culpable?

Yo no voy a plantear el problema en términos de blanco y negro. Occidente tiene su parte de responsabilidad histórica y actual, por no haber favorecido –con sus prácticas asimétricas y de toda índole– el desarrollo sostenible en África. Todo lo que se ha creado en África son estructuras extrovertidas. Se produce más para los mercados externos que para los mercados y el consumo interno. Y eso es un problema. Occidente a través de sus instituciones, como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha impuesto estructuras de explotación de África. La deuda externa se ha convertido en un negocio. La ayuda de la que hablan, más que para África, es para Occidente mismo. Hhan cometido muchos errores que han hecho daño al continente africano.

¿Consecuencias?

La inmigración, la inseguridad, el terrorismo, la droga… Todo esto debe interpretarse como consecuencia del fracaso del desarrollo en África. Y los africanos abandonan sus países, huyen del hambre de la persecución y de la miseria.

Hay responsabilidad compartida.

Claro. No hay que pasar por alto la responsabilidad de los dirigentes africanos. No han hecho lo suficiente para sacar a sus pueblos de la pobreza. Occidente te lleva a esta situación pero no te la impone. En Latinoamérica hemos visto dirigentes adoptar el neodesarrollismo, que ha conseguido romper con algunas prácticas de la comunidad internacional. Mientras que en África hay un entreguismo total.

El despertar de África. ¿Verdad o mentira?

Hay verdades a medias. Efectivamente, nada es como antes en África. Hay más democracia, gobiernos que respetan los derechos humanos y una tasa de crecimiento superior a la de los demás continentes. Pero hay que reconocer al mismo tiempo que la democracia que se está llevando a cabo en África es una democracia falsa, electoral, que no lleva a la democracia participativa y reivindicativa, que es la verdadera. Si se limita solamente a las elecciones es un fraude. El modelo de derechos humanos que se está vendiendo a los africanos es de una concepción occidental. De unos derechos humanos que insisten más en el individuo que en el grupo, cuando la concepción africana es el grupo y lo social lo que está por encima del estado y de la economía.
El modelo de desarrollo que se está imponiendo a los países africanos es un modelo totalmente importado. Que insiste más en el tener que en el ser, en lo material que en lo inmaterial, mientras que la cultura africana es la totalidad, incluye tanto los aspectos materiales como los inmateriales, y se debe empezar a tener en cuenta. El desarrollo no es un modelo de exportación e importación. Tiene que nacer de la propia idiosincrasia, desde dentro. Por eso insisto muchísimo en la revalorización y promoción de los saberes endógenos.

Autora

Marta Viana. Periodista y filóloga catalana.

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